El "Breviario de la Derecha" es un ensayo humorístico publicado en una edición pequeña en 2013 de forma independiente. Es una especie de "Manifiesto Comunista", pero presenta una distopía neoliberal y conservadora descrita por su autor ficticio Evaristo Erreconerrechea Conmuchaserres. Nunca pensé que el texto tuviera un valor tan profético como el que tuvo, a raíz de los últimos acontecimientos, ni que su contenido fuera extensible a muchos otros sectores políticos.
En este blog, será publicado por entregas semanalmente los días domingos. Quien quiera adquirirlo impreso puede hacerlo aquí. O comunicarse con el autor por Facebook

domingo, 8 de mayo de 2016

7 Los Artistas

 “¿Quiere que le diga una cosa? ¡Odio las poesías! Ni leerlas, ni escucharlas, ni escribirlas, ni nada” (Augusto Pinochet, entrevistado en revista Mundo, n°89, reseñado en Revista Rocinante N° 14, 1999).


Este capítulo es de alguna manera la continuación del capítulo anterior, ya que aquí seguimos hablando de la gente que sobra en este país. La razón para dedicar a los artistas un capítulo aparte es que aquí debemos hacer una serie de distinciones.
Lo primero que tenemos que hacer es afirmar que el arte es una condición necesaria para la vida y en muchos casos una excelente inversión: nunca un Chagall o un Picasso van a devaluarse. Asistir al Teatro Municipal del Las Condes nos evitó tener que descender al Teatro Municipal de Santiago y ahora podemos disfrutar de los mejores espectáculos doctos sin necesidad de mezclarnos con los rotos del centro.
El arte es el producto más elaborado de las sociedades desarrolladas, pero ¿es posible hacer arte en Chile? No estoy hablando de las condiciones económicas para hacer arte en este país, porque la plata está.  Estoy hablando de las condiciones espirituales e intelectuales para la creación de obras de arte en una nación como ésta.
La “catita”, mi hija número cuatro, estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Católica y sacó una mención en pintura. Cuando se graduó la mandé en un viaje por el viejo continente para que se inspirara y después de ello se casó con mi yerno y ha resultado ser una excelente madre de familia. Los cuadros que pinta mi hija decoran los hogares y las gerencias de toda la gente que es alguien en este país y ella se ha transformado en una artista reconocida. Pero claro, la “catita” es hija de la “cuqui” y mía, o sea no es nada que se compare con el mundillo de los así llamados “artistas” de este país. Ella es como si fuera ciudadana de un país desarrollado.
La “catita” tiene un estilo que es particularmente decorativo y muy codiciado por la gente de bien de nuestro país. Sus colores y sus manchitas pueden combinar con cualquier oficina, consulta médica u hogar de Chile. Claramente las niñas como la “catita” no son la gente que sobra porque ella contribuye a la armonía de nuestra sociedad con obras que combinan, se enmarcan y complementan las cosas que ya están.
Pero ¿podemos decir lo mismo de los artistas que no pertenecen a nuestra clase? Mientras la “catita” se preocupa de embellecer los espacios en los que viven o trabajan las personas, existen otros artistas cuyo “trabajo” quiere plantear una ruptura del orden establecido y, por ende, es un trabajo subversivo.
Es del todo incomprensible que sean precisamente ese tipo de artistas quienes mejor logren el reconocimiento internacional y no aquellos que ensalzan el orden de nuestra nación.
¿Cómo puede ser que grupos como Quilapayún o Illapu sean más creíbles que un grupo de gente tan elegante como los Quincheros? La única explicación que se me ocurre es que afuera aún continúa la conspiración marxista internacional que terminó con el gobierno del General Pinochet y que intentó transformarnos en una segunda Cuba.
Lo que acabo de decir es particularmente notorio en el campo de la poesía ¿cómo puede ser que una poeta como Gabriela Mistral todavía aparezca en los billetes de cinco mil pesos? Estamos hablando de una mujer que vino a nacer en los quintos infiernos de Chile, claramente no blanca y que, aparentemente, tuvo una relación anormal con una gringa. Ella no le cantó a la inocencia de la infancia, sino que en sus Piececitos de niño ella claramente protestaba en contra de una clase a la que creía responsable de cubrirles los pies.
¿Cómo es posible que aún continuemos glorificando a un poeta comunista, ateo, hijo de un empleado de ferrocarriles y que no hizo más que escribir estupideces como su Oda al caldillo de congrio en vez de alabar las virtudes de la patria? Algún día voy a pagarle a un grupo de investigadores para que averigüe quién estuvo detrás de los premios nobeles ganados por esta gentecita. Estoy seguro de que encontrarán una conspiración marxista leninista. Pero si hay algo que realmente me enferma, es que se siga glorificando a la ordinaria ésa de la Violeta Parra que las tenía todas: rota, comunista, insolente y suicida.
Todavía me pregunto quién estará financiando los murales que se ven en las poblaciones – esos barrios feos que quedan más abajo del Apumanque. A la “catita” yo personalmente le financié su carrera en la universidad ¿pero quién financia los rayados de – siendo generosos – dudosa calidad? ¿Realmente pretenden que creamos que estas “manifestaciones artísticas” surgen espontáneas de la mera iniciativa del pueblo? Si la gente del pueblo realmente tuviera algún tipo de iniciativa, serían todos empresarios y no andarían rayando las paredes de la propiedad pública y privada.
Pese a que el Estado de Chile aún financia algunos proyectos artísticos con un presupuesto irrisorio que apenas cubre lo que gasta la “cuqui” en vestidos y joyas al año, hemos retenido la mayor parte de los fondos que podrían ir a financiar el así llamado “arte” de las clases populares. Un amigo norteamericano me hacía ver que en Estados Unidos existen numerosas fundaciones privadas sin fines de lucro que patrocinan a diversos artistas en las más diversas áreas, porque ellos entienden que si bien el arte puede no generar ganancias en el corto plazo, es fundamental para el desarrollo de una identidad nacional. Así, allá no se espera que los artistas sean además expertos en gestión, y para ello existe otro tipo de profesionales. Esto está bien para ellos porque son una sociedad desarrollada, pero ¿en Chile? Financiar el arte significaría financiar a hordas de resentidos que contagiarían su resentimiento a nuestros empleados, además ¿qué tipo de arte generarían? Pinturas tristes y raras que no sirven para decorar ningún ambiente de habitación o trabajo, esculturas imposibles de ubicar en ningún espacio público o privado, monstruosidades en contra del buen gusto, canciones insultantes como las de ese niño González de Los Presidiarios o algo así ¿ese grupo se formó en algún centro penitenciario?
Es por ello que pese a mi patriotismo me veo obligado a reconocer una verdad fundamental: el verdadero arte solo puede ser importado o producido por nuestras hijas en nuestro barrio. Es por eso que la conclusión que de aquí se sigue es que el arte es una cosa para ser creada en Europa y Estados Unidos y no en un país lleno de resentidos. También puede crearse arte en sector oriente de la capital, pero ¿en el resto de Chile? ¿en el así llamado Chile profundo? ¡Ni cagando! Financiar la producción de arte en el territorio nacional sería financiar una fuerza que, finalmente, no haría sino acabar con el orden necesario en cualquier nación productiva. Por otro lado, las así llamadas obras de arte producidas ahora último en el territorio nacional son de una calidad menos que dudosa. Los así llamados pueblos originarios, por ejemplo, no están en condiciones de producir algo así como arte; con suerte producen artesanía.
Si es absolutamente necesario canalizar las “inquietudes” artísticas de la rotancia, podemos permitir grupitos folclóricos que canten tonadas y bailen cueca en las escuelas y las empresas. La música debe cumplir los estándares de la compuesta por los Quincheros y Clarita Solovera, es decir aquélla que exalte el valor de la vida al aire libre y la patria. Si la gente tiene inclinaciones plásticas podemos permitir talleres de artesanía, tejido o pintura en género, como hacía el desaparecido CEMA Chile, que llegó a transformar esas inquietudes incluso en actividades productivas. Pero nada de permitir que la gente se exprese, analice ni mucho menos piense, nada de poesía molesta o de novelas cuestionadoras del orden moral, económico o social.
La patria todavía no está madura para algo tan delicado como la obra de arte. El arte es algo que se puede meter debajo de la piel de las personas y hacerles creer cosas inverosímiles o imposibles, tales como que todos somos iguales, que el amor puede ser libre o que el orden social es injusto. Pero queda una esperanza. Así como a los periodistas se les neutralizó bajo la forma de noteros o reporteros de noticias controladas, así también los así llamados artistas pueden tener su lugar en un orden social recto. Ya que los artistas han demostrado ser excelentes en la creación de necesidades tales como la mal llamada libertad o igualdad, así también ellos pueden volcar sus innegables habilidades en cuestiones mucho más productivas.
Debido a que los artistas que no pertenecen a nuestras familias han debido buscarse el sustento, el sacrosanto mercado les ha hecho evolucionar en creativos de publicidad, quienes se han transformado en una invaluable ayuda en la generación de un descontento controlado que se calma con la compra de bienes de consumo que la gente en realidad no necesita. Es debido a este tipo de pulsiones que se mueve no solo la economía nacional sino también la mundial. Mientras tipos como Baudelaire, Gauguin o Van Gogh recorrieron el camino de la autodestrucción producto de una ansiedad sin objeto, los modernos artistas canalizan ese deseo indeterminado hacia cuestiones como un perfume, un automóvil o incluso el más pedestre detergente, que ahora viene en un envase seductor que hace que la dueña de casa sienta satisfacción con el solo hecho de comprarlo. La publicidad del perfume J’adore de Dior puede competir con las más elaboradas obras del renacimiento, la propaganda de Sapolio exalta el rol tradicional de la mujer y los comerciales de automóviles resaltan los valores familiares.
La publicidad y el entretenimiento permiten que todas estas personas, originalmente desviadas y sobrantes, se integren en una sociedad productiva. Si nosotros hubiéramos intentado idear un orden semejante no hubiéramos podido. Es cierto que hubo algunos genios como Joseph Goebbels  o Aristóteles (Onassis, por supuesto), pero esta conversión del artista en publicista o en generador de contenido para los medios no ha sido obra de nadie en particular, sino del mercado. En sus humildes orígenes, pintores impresionistas o del movimiento Art Nouveau pintaron letras en un escaparate, luego afiches para revistas, luego propaganda para cigarrillos. Hoy en día, todo ese genio otrora dudoso está al servicio del aparato productivo, del sistema capitalista, de las economías bullentes. 

Es hora de alcanzar este nivel en Chile, de hacer que los artistas dejen de cantarle al resentimiento y antes bien alaben los productos de nuestras fábricas, los comodities de nuestra industria y los productos financieros de nuestros bancos. Todavía es posible un Chile que si bien no sea de todos, porque siempre será de nosotros, sea un país en el que todos tengan lugar sirviendo los intereses de la élite, que por extensión, son los intereses de la patria.  

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