El "Breviario de la Derecha" es un ensayo humorístico publicado en una edición pequeña en 2013 de forma independiente. Es una especie de "Manifiesto Comunista", pero presenta una distopía neoliberal y conservadora descrita por su autor ficticio Evaristo Erreconerrechea Conmuchaserres. Nunca pensé que el texto tuviera un valor tan profético como el que tuvo, a raíz de los últimos acontecimientos, ni que su contenido fuera extensible a muchos otros sectores políticos.
En este blog, será publicado por entregas semanalmente los días domingos. Quien quiera adquirirlo impreso puede hacerlo aquí. O comunicarse con el autor por Facebook

domingo, 27 de marzo de 2016

Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio“ Eduardo Matte Perez (1847-1902)

Presentación del Autor


Evaristo Erreconerrechea Conmuchaserres es ante todo una persona de bien, pero de bien de verdad. Su trayectoria es bien conocida por la gente que importa y si usted no la conoce, entonces usted no importa. Debo admitir con sana envidia, pero sin pesar, que Evaristo ha tenido siempre una visión más preclara que la mía y una visión íntegra de lo que las cosas deben ser. Claramente merece este premio más que cualquiera de los nominados.
La presencia de Evaristo siempre irradió autoridad. Muchas veces le bastaba con decir un simple “ubícate” e inmediatamente los rotos se ubicaban. Siempre fue un hombre generoso y ameno con sus iguales e incluso llegó a tratar a la servidumbre con generosidad, casi como si fueran personas.
Ningún hombre está completo sin su pareja. Su mujer, la “cuqui” siempre fue un dechado de virtudes, un monumento a la belleza de la mujer chilena de raza blanca europea, un ejemplo de una dama que sabe que su rol es junto a su marido, pero sin llegar a ser un estorbo y un modelo de elegancia para otras mujeres de la aristo-meritocracia de éste y otros países.
Ellos son LA familia ejemplar. Mientras Evaristo se preocupaba de administrar y acrecentar el patrimonio familiar, la “cuqui” acrecentó la familia hasta siete hijos e hijas, trabajó en organizaciones católicas de ayuda para los pobres que además ayudan a mantener pobres a los pobres, para que así podamos ejercer la caridad  cristiana y… en este punto mejor contengo mis alabanzas para no ofender el pudor de mi amigo, ni de la familia de mi amigo. Un hombre no es nada sin su familia y una familia no es nada sin un hombre como Evaristo.
Sí quiero agregar una cosa: Evaristo es ante todo un hombre piadoso, católico hasta la católica médula de sus huesos y un hombre que comprende que la Iglesia Católica Apostólica Romana no es solo la fe verdadera, sino que además es la forma de mantener controlada a la rotancia sin tener que llegar al uso de la violencia.
Evaristo es sin duda el autor que este país necesita y el presente libro el ideario para una nueva constitución espiritual de la república ¡no es que crea que haya que hacer aún más cambios en la que hay!


Cenador Juventino Narváez en la ceremonia de premiación del Facho del Año 2012.


1 Exordio

(La palabra ‘introducción’ tiene odiosas reminiscencias sexuales)

Mirémonos a la cara, ubiquémonos.
La condición de breviario de este libro no significa que éste sea el resumen de una obra mayor. Este libro es breve, pero es todo lo que hay que decir moral y políticamente acerca de las cosas, de todas las cosas. Hay que desconfiar de la gente que escribe libros demasiado largos o demasiados libros. Éste no es un libro escrito por un hombre educado en universidades ni academias – sin perjuicio de que sí estudié en la mejor universidad de Chile y en un par de universidades extranjeras – sino el libro escrito por un hombre educado principalmente en su casa, su fundo y su iglesia por padres amorosos que formaron parte de un matrimonio bien constituido que dura hasta el día de hoy. Es por ello que no se hallarán en este humilde libro alambicados sofismas del tipo marxista-leninista, sino afirmaciones simples y claras que, apoyadas por ejemplos cotidianos y experiencias recientes, explican de manera simple verdades evidentes tales como que la verdadera fe es la Cristiana, que la verdadera iglesia es la Católica, que la familia bien constituida bajo el sagrado vínculo del matrimonio es la base de la sociedad y que la propiedad privada es la base de la economía y por ende de la estabilidad política: guatita llena corazón contento.
Nosotros somos de derecha y no debemos tener vergüenza de ello.
Ser de derecha significa tener razón dado que representamos el orden, la moderación, y en general todas las virtudes de la verdadera fe. Puede parecer redundante, pero nunca se da suficiente testimonio de que la verdadera fe es el Cristianismo y que la iglesia que la representa es la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Es obvio: Jesús nunca dijo “Lutero o Buda, tú eres la piedra sobre la que construiré mi iglesia”. La existencia de otras religiones es un error y la existencia de otras iglesias cristianas no es más que la evidencia de la imperfección de los seres humanos, especialmente de aquellos que no son perfectamente de derecha o que son derechamente de izquierda y que por ende son ateos, homosexuales, prostitutas, comunistas o dirigentes sindicales.
Como la gente de derecha tiene la razón y la verdad, la gente de derecha es una minoría, un exclusivo club al que solo pertenecen las personas de intelecto preclaro, moral intachable e hijos legítimos de familias decentes de la capital o de dueños de tierras de provincia. Como habitantes del mundo de los hombres, debemos estar siempre al aguaite de que los rotos, que se cuelan en nuestras filas con el solo fin de codearse con nosotros, no lleguen muy arriba.
Sin embargo, con la molesta introducción de la democracia en nuestro bello país, tenemos que convencer a los rotos picantes o flaites, como dice el lolerío,  de que voten por nuestros candidatos. Para ello creamos un partido llamado UDI. El objetivo original de la UDI era reclutar rotancia en la poblaciones sin manchar nuestro otro partido más exclusivo que es el Partido Nacional o Renovación Nacional, que es lo mismo, exactamente lo mismo, porque los cambios siempre son malos, a no ser que se trate de cambios para volver las cosas a su estado prístino del pasado, cuando los hombres eran hombres, las mujeres, mujeres y los rotos eran ubicados y sometidos a los intereses de sus patrones, como Dios manda en la Biblia: "Cada uno en esta vida debe someterse a las autoridades. Pues no hay autoridad que no venga de Dios, y los cargos públicos existen por voluntad de Dios. Por lo tanto, el que se opone a la autoridad se rebela contra un decreto de Dios, y tendrá que responder por esa rebeldía."—Romanos 3: 1-2
Nuestra principal misión en el mundo es evitar que las cosas cambien porque las cosas están bien como están, o más bien como estaban en la época en que el Capitán General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte – digámoslo con todas sus letras – las devolvió a la normalidad después del satánico experimento de Salvador Allende, quien fue un traidor a su clase y al orden establecido por Dios.
Lamentablemente, existen razones por las que ya no podemos usar milicos para esta misión sagrada.
 Primero, que los milicos muestran la hilacha, porque cuando uno les da la mano se toman el brazo. Esto sucede porque en el fondo la gran mayoría de la milicancia no es más que gente de clase media aspiracional, o sea mediopelos o siúticos subidos por el chorro. Esto explica que Pinochet se haya robado plata durante su gobierno, con lo que empañó lo que se había convertido en la casi más perfecta limpieza ideológica de la historia.
Segundo, que la gallada ahora aspira a ser como nosotros, por lo que ya no se conforma con usar la ropita vieja de nuestros hijos (aunque en mi casa sí, gracias a Dios) como ocurría en el tiempo de mi abuelita Adriana, a quien tanto echo de menos y quien, gracias a la Sor Teresita de los Andes, murió para no tener que ver la decadencia moral de este siglo veinte – ¿o veintiuno ya? –    problemático y febril. En la casa somos muy devotos de la Sor Teresita porque ella era tía de una prima del papá.  Mi abuelita era un ejemplo de lo que debía ser una mujer moral y de derecha: nos inculcó valores tales como regalarle nuestros juguetes viejos a los niños pobres y jamás jugar con ellos, porque podían creerse iguales que nosotros. Pero me estoy disgregando. Hablaré de mi abuela cuando me toque hablar de la mujer de derecha en el capítulo dedicado a la familia y el matrimonio. Decía que como la gallada quiere ser igual que nosotros, ahora resulta que se molestan con el uso de la fuerza así que ya no se puede usar a las fuerzas armadas y de orden como en los viejos tiempos. Además, la rotancia ahora está tan subida por el chorro que cuando uno los reta ¡contestan! 
Es por eso que hemos debido entrar en el juego democrático y competir con el mediopelaje de la Concertación. Después de veinte años, logramos ganarles y creamos un gobierno eficiente, de buen tono y respetuoso de los valores tradicionales de mi abuelita Adriana Conmuchaserres del Campo. Sin embargo, dado el lamentable estado de la sociedad chilena, o sea de la rotancia chilena – porque la gente que va al Club de Golf Los Leones sigue siendo tan dije como siempre – nuestro gobierno perdió popularidad debido a los agentes del comunismo internacional soviético, que sigue existiendo; ahora está en Estados Unidos, en donde no contentos con poner a un hombre de color en la Presidencia, lo reeligieron.
En el presente estado de cosas, con la lamentable condición de la evangelización en Chile, con las falsas acusaciones de pedofilia y homosexualidad en nuestros intachables prelados, con la obtusa idea de que el matrimonio puede ser entre personas del mismo sexo, – ¡qué asco! – se hace absolutamente necesario que los valores tradicionales de mi abuelita vuelvan a dominar la escena nacional y de esta forma el país y acaso el mundo.
Por ello he escrito este Breviario de la Derecha. En él espero dar respuestas claras y simples a los complejos problemas que aquejan nuestra sociedad contemporánea. Estas respuestas se demostrarán evidentes por su propio peso porque son obvias. La única razón por la que me explico el abandono de estos valores es por la mala educación fiscal y por el hecho de que las mujeres trabajan fuera de la casa.
Estoy convencido de que cuando la gente recuerde estas verdades evidentes – hay que ser muy desubicado para no ver que son evidentes – dadas por Dios, las aceptará como la única solución elegante a los problemas de esta vida.